Las tres acciones en el “Año de la Fe”
La fe no es una catedral heredada, ni un contexto social en el cual se desarrolla la vida de las personas. La fe es un don de Dios. La fe es el encuentro con una persona: Nuestro Señor Jesucristo. Encuentro que produce tres acciones en la vida de todo aquel que decide seguirle. La fe en primer lugar nos implica. Porque no basta decir creo para resolverlo todo, sino que tenemos que poner en juego todas las fuerzas de la naturaleza y de la gracia para corresponder a este don de Dios.
Pero resulta, que esta implicación en la fe, trae consigo "la complicación". Es decir la fe nos implica pero también nos complica. Queremos poner entre comillas este “complica” que produce la fe en la vida del cristiano. Ciertamente es una complicación en el sentido de que quien busca ser coherente con ella, se ve envuelto en una serie de circunstancias queridas unas veces y otras no deseadas, en las que su implicación en la fe le acarrea complicaciones. Complicaciones en la familia, en el trabajo, con los amigos.
Es aquí donde mucha gente se arruga. Prefiere no “complicarse la vida” y mantener un perfil bajo en la fe. “Creo pero sin ser fanático”. “Creo pero sin practicar mucho: porque esta vida ya es dura de por sí como para andarla complicando más”. El derrotero de las personas que piensan así, es un camino muy complicado. Porque quienes no se quieren complicar la vida por Jesucristo, la vida termina complicándoles la existencia a ellos y sus familiares. ¡Qué difícil es vivir sin una dimensión sobrenatural! Verdaderamente es complicado; pues la persona tiene que responder a un sinfín de situaciones sin la ayuda de una visión que le permita otear el horizonte desde una atalaya en la que se divisen todos los enfoques y perspectivas posibles. La fe nos da esa claridad de visión. La fe nos permite ver más allá de nosotros mismos. La fe nos otorga la capacidad de procesar todas las realidades desde una óptica sobrenatural, desde una perspectiva divina.
Es entonces cuando emerge el tercer elemento. La fe nos implica, la fe nos “complica”, la fe nos simplifica. Y así lo que parece verdaderamente difícil e intrincado, resulta ser algo verdaderamente simple. Porque quien tiene fe, espera; y quién sabe esperar es dueño de sí mismo.
Así las cosas descubrimos como la vida de los santos, la vida de aquellos que se han implicado en el seguimiento de Jesucristo; y que por ello su vida aparentemente se ha complicado; resulta ser una vida profundamente sencilla, diáfanamente transparente, clamorosamente simple.
Que este año de la fe, nos conceda la gracia de saber ver las cosas a la luz de la eternidad, para que de esta manera optemos siempre por la vida sencilla, diáfana que nos propone Jesucristo en el Evangelio.
Impliquémonos en el seguimiento de Cristo, dejándole a Él que nos “complique” un poco la vida, para obtener como resultado una existencia simplificada por la fe, llena de paz y plena de amor.
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JORGE (miércoles, 24 octubre 2012 09:14)
P. Agustín, creo que hay dos tipologías de errores. Los que se implican, creyendo que las fuerzas humanas son las que dan los frutos, buscando más la autocomplacencia que el Reino de Dios, y los que no se implican por cobardía, miedo, o una fe tibia. En contraposición están los que trabajan por el Reino de Cristo en lo escondido, sin buscarse a si mismos. A esos Dios los bendice. Creo que todos necesitamos una gran pureza de intención en nuestra fe.
Gracias (martes, 30 octubre 2012 13:05)
Gracias, Padre, ¡impliquémonos!